Prólogo
Desde que la humanidad tiene
memoria, la vida humana perdió su valor, no se da pero se quita sin ningún
pudor, se alegan motivos pasionales, económicos o simple venganza, pero el
hecho es que desde la famosa quijada de un asno hasta las treinta monedas de
plata, el significado de que una persona viva, florezca, y desarrolle su
potencial, para los que la toman (la vida), no significa nada.
Antes se creía, que la muerte se personificaba
en las guerras, en desastres naturales, o en accidentes, siempre ha habido personas
violentas, y el destino trazado es que en algún momento de cualquier forma, todos
vamos a morir pero la fragilidad de la vida no debe ser un obstáculo para ser
felices, para soñar, para disfrutar, para aprender, para vivir!
CAPITULO 1
Estaba en la entrada tratando de
dormir, el sol estaba alto y el calor me agobiaba, las gotas de sudor que me
corrían las sentía como hormigas, correteando por carreteras invisibles en mi
cuerpo, ah! cuanto anhelaba esa limonada fría que nos daba mi madre cuando
llegábamos corriendo luego de jugar fútbol hasta el cansancio, ya no importaba
si habíamos ganado o perdido, tal vez habría unas monedas menos en el bolsillo
si nos tocó “hacer la vaca” para comprar la gaseosa del equipo que ganó.
Pero ahora quería abandonar esos
pensamientos para dormir un poco, me acomodé en la mecedora, imaginando que su
arrullo me llevaría a las sombras del descanso. Poco a poco sin saberlo y sin
darme cuenta me fui hundiendo en un sueño profundo.
Adentro en la cocina el lavado de
los trastos estaba en cumbre, las chicharras pitaban a más no poder en una
sinfonía incomprensible y ensordecedora mientras que en el patio se escuchaba
al gallo perseguir y montar las gallinas,
Pronto empecé a viajar por el
mundo, a recorrer esos lugares que veía en las fichas que intercambiábamos
cuando niños, lugares hermosos, en un instante en la torre inclinada de Pisa, escuchando
sus 7 campanas repiquetear, pararme a la sombra de su inclinada estructura, y
luego volar hasta le l’arc de Triompe, coronando los campos Eliseos, recorrer
por una avenida Charles de Gaulle nunca vista, sus mercados y el mítico Sena a
los pies de Le Tour Eiffel; escalar sus trescientos metros hasta la cúspide
para poder de allí volar hasta el Partenón.
De mis sueños no puedo colegir
cual es más hermoso, pero si puedo imaginar los árboles cargados de frutos
rojos que provocan, los prados verdes que invitan a recostarse, las filas de
miles de turistas que recorren estas estructuras, puedo imaginarlos como nido
de hormigas, cada uno en lo suyo, corre de aquí a allá y de allá para acá.
Excusez-moi, la carte si’l vous
plait, para deleitarnos con los deliciosos platillos de la cocina francesa, une
mousse aux chocolat o une tarte aux pommes, pero no se porque pido platos en
francés si solo hablo español, En mis sueños me río a carcajadas como niño que
ha hecho tin tin corre corre, mejor aún que pido la cuenta y desaparezco sin
pagar, pobre servieur (mesero), y sin pourboire (propina), repito que no hablo
francés.
Me persigue un zancudo, viene a
silbarme en el oído que tiene planes de almorzar conmigo y más exactamente que
yo soy su cena, me sacudo esperando asustarlo pero no tengo planes de
interrumpir mi siesta. Pero me ha interrumpido, es una molestia, quiero volver
donde iba? Después de unos momentos rebuscando entre el cajón de los sueños…
Ahh
al Partenón, si allí iba, para subir sus tres escalones de piedra de mármol
hasta sus columnas de diez metros de altura y abrazarme a ellas antes de
recorrer los corredores, pero aunque bello quiero ir a la Ágora, y presenciar
un día de plaza, ver el intercambio de mercancías y otro día reunidos la gente
en pleno discutiendo sobre asuntos políticos que no entendí.
Y ahora que estoy cerca porque no
visitar a Troya, la ciudad del mítico caballo a la orilla del mar Egeo… se oye
el ladrido de los perros que corren a la portada alguien ha llegado y ahora si
se interrumpe definitivamente mi siesta; desperezándome de un salto voy a ver
quien llegó.