Es evidente que tenemos todos
muchos motivos para debatir el contenido del acuerdo con las Farc. Muchos
tenemos criterios y otros tantos tienen experiencias dolorosas que llenan de
ira y llevan a pensar que la mejor opción es decir NO y permitir que las cosas
sigan igual o peor que antes bajo el argumento de que es posible renegociar
los acuerdos.
El debate puede ser jurídico, o
económico, o social, pero lo que debemos estructurar es cómo poder generar una
mitigación de esos riesgos que deja la guerra, aunque cuesten un poco más, o aunque
sean dolorosos o aberrantes.
Si vemos lo visible, nos
llenaremos de ira, resentimiento; duele ver la arrogancia de los guerrilleros, duele
ver su ausencia de arrepentimiento, duele ver que los cabecillas saldrán libres
o casi libres y los guerrilleros de base tal vez terminen pagando más que sus
jefes aristocráticos -burgueses.
Duele ver a esos guerrilleros flacos
por la selva y sus jefes de barrigas abultadas por el buen comer y el wiski, guardando la plata de la extorsión, narcotráfico y el secuestro en sus cuentas
de fuera del país y sus hijos viviendo como pequeños burgueses en Europa.
Pero ahora, con menos plata para
la guerra, los tendremos en las plazas públicas, los tendremos en nuestros
barrios hablando bonito.
La posibilidad del perdón o de la
aceptación, nos acerca a ellos para poder hacer lo que no pudimos con las
armas. Yo no esgrimí arma alguna, ni fui a la guerra, pero ahora podré esgrimir
la palabra. Allí verteré mi dolor convertido en ideas, allí debatiré por las
madres que perdieron a sus hijos, por los campesinos que fueron desplazados por
el Ejército del Pueblo, por las mujeres violadas siendo niñas y adultas convertidas
en objeto sexual de los mandos. Por los niños que llegaron a la guerra pensando
que su enemigo era el soldado.
Es posible que solo busquemos
suplantar la obsesión, es posible que cumplamos un deber social de combatir en
contra de ideas anquilosadas, es posible que sigamos con el odio en el corazón,
o que por el contrario saquemos esa amargura que nos ha dejado la guerra, y
podamos ser actores de cambio.
Todo es posible, pero lo que no puede
ser posible es que NO probemos una oportunidad de ver algo diferente.
Mi corazón duele tanto como para
decir NO. Pero ni mis criterios, ni mis experiencias, ni mis sentimientos
pueden más que la posibilidad de ver algo diferente a los muertos de la guerra.
Por eso, con dolor, con amargura, con rabia, con lo que podamos tener, intentaré
una experiencia diferente son el SI.
Me bastó imaginarme la
posibilidad de lo que diría Jesucristo: Si Como Elías pediría fuego consumidor,
o simplemente diría, Vete, no peques más.